INGREDIENTES: 4 kg callos frescos o 3 kg de callos precocidos, 2 manos de cerdo (o media de ternera), 1 morcilla asturiana, 2 chorizos asturianos, 3 cebollas, 1 cabeza de ajo, 1-3 cayenas (según el gusto), perejil picado, laurel, clavo, pimienta negra, pimentón dulce, aceite de oliva, pan, harina, vino blanco, 150 grs jamón serrano picado.

PREVIO.- Los callos es uno de esos platos que no admiten medias tintas. O te vuelven loco, o no puedes ni verlos; y esto ocurre -poco más o menos- con casi todos los productos de casquería. Yo tuve la suerte de probarlos en mi casa antes de saber su origen. Esta receta tiene mucho de aquella que mi madre guisaba y es de justicia reconocerlo.
Pero cuando reparé en el hecho de que los callos no son más que un estómago troceado, opté directamente por los de ternera y si acaso lo de cordero frente a los de cerdo. ¿Por qué?. Fácil; porque vaca y cordero son animales herbívoros y por sus tripas sólo ha pasado hierba. En cambio el cerdo es omnívoro… y ahí lo dejo. Si quieres saber más sobre el origen, tratamiento y preparación de los callos para guisarlos, sigue leyendo. Si no te hace falta profundizar, salta AHORA al punto primero, porque no te va a gustar lo que viene a continuación.
LIMPIEZA Y COCCIÓN.- Un estómago entero de ternera pesa unos 4,5 kg y hoy día los podemos encontrar en industrias cárnicas (generalmente por encargo) y te los dan ya lavados; blanquitos y muy bien lavados, pero dada la pieza en cuestión, yo los corto en trozos grandes y los lavo un poco más en agua y frotándolos enérgicamente con sal gruesa. Ahora hay que escaldarlos: échalos en agua hirviendo con un vaso de vinagre durante no más de cuatro o cinco minutos para sacarlos rápidamente y enfriarlos bajo el grifo. El problema de los callos es que al cocerlos desprenden un olor absolutamente repugnante. Es un hedor muy penetrante a “animal” que en los pueblos de Madrid y castellanos llaman “bravío”. Por lo que he podido comprobar, la mayor parte de este olor no lo desprende el callo en sí, sino la grasa adiposa que tiene por detrás y que hay que eliminar lo más posible con una puntilla afilada y mucho esmero, antes de trocear del todo la pieza. Es de una textura mucho más blanda y maleable y su color algo amarillento. Mira bien estas fotos que te pongo a continuación porque tal vez te compense comprarlos ya precocidos y envasados como semiconserva en su propia gelatina. La verdad es que cada vez me cuesta más trabajo encontrarlos porque la mayoría de las cárnicas que los venden envasados, no solo están cocidos, sino ya guisados. Pero si quieres hacerlo todo, córtalos en trozos no muy pequeños y ponlos a cocer en olla express una hora aproximadamente en agua con una cebolla entera, un puñadito de granos de pimienta negra, cuatro o cinco clavos, dos hojas de laurel y un vaso de vino blanco. Mejor, la víspera.






Para todos los demás, partiremos de unos callos ya troceados y cocidos.
PRIMERO.- Para conseguir esa textura en la salsa que hace que se nos peguen los labios al comerlo, necesitamos incorporar media mano de ternera o una o dos manitas de cerdo ya que aportarán esa gelatina necesaria para ello. Será mejor cocerlas la víspera. Sigue las instrucciones del apartado primero de la receta manitas de cerdo , pero con una salvedad: déjalas cocer 30 minutos más para que se deshagan y cuando hayan enfriado, dehuésalas eliminando las pezuñitas, los huesos principales (proximales) y todos los demás huesitos palmares que tiene el cerdo. Resérvalas refrigeradas. Cuela y conserva también el caldo de la cocción y en cuanto haya enfriado, mételo en la nevera.
SEGUNDO.- Ya al día siguiente ( o simplemente unas horas después), recupera del frigorífico el caldo de cocer las manitas. Verás que sobre la superficie se ha solidificado toda la grasa que han soltado en la cocción. Es blanca y densa; manteca pura…. y aunque contribuiría a darle al guiso un magnifico sabor, yo prefiero eliminarla porque es terriblemente perjudicial para la salud. Por otra parte, otros elementos aportarán ya bastante grasa. Nos quedamos con el resto que, como verás, no es grasiento sino muy gelatinoso.

TERCERO.- Picamos fina la cebolla y la reservamos momentáneamente. Ahora ponemos al fuego la cazuela en la que vayamos a hacer el guiso con seis cucharadas de aceite de oliva virgen extra. Corta cuatro o cinco rebanadas de pan y fríelas en ese aceite por ambos lados. Procura que tomen un color marrón claro y una textura crujiente sin que se quemen; escúrrelas y sácalas inmediatamente con la espumadera. Reserva.

CUARTO.- En ese aceite, echa un par de hojas de laurel y sofríe la cebolla a fuego lento hasta que esté transparente y tierna. Salpimentar ligeramente. Mientras que se hace la cebolla y en el mortero, se pica y machaca bien el ajo y el perejil hasta que esté bien majado, casi una pasta, añadiendo después el pan frito y la cayena (si echas dos o más, te aproximarás más a la receta original que es picante, pero tenlo muy en cuenta ahora, porque luego será tarde). Machacar de nuevo, pero ligeramente para que el pan quede a trocitos en vez de triturado.


QUINTO.- Cuando la cebolla esté tierna, retira el exceso de aceite y echa los chorizos y la morcilla para rehogarlo todo junto un rato. Añade un par de cucharadas de harina de trigo y deja que se tueste unos segundos a fuego bajo. De este modo la harina perderá ese sabor a engrudo que tiene cuando está cruda al tiempo que se sofríe con la grasa del chorizo y la morcilla, aromatizando el guiso. Remueve enseguida para que no se queme y cuando esté bien mezclada con la cebolla, retira la cazuela del fuego unos instantes y agrega una cucharada y media de pimentón dulce removiendo todo rápidamente porque se quema enseguida. Echa ahora el majado que teníamos en el mortero y remueve bien.

SEXTO.- Vuelca poco a poco el caldo de cocer las manitas removiendo para que la harina vaya disolviéndose en él y haciendo cuerpo. Verás cómo va naciendo ya una salsa trabada. Llévalo a una ebullición lenta vigilando el fondo para que no se agarre y rescata la morcilla para que no se nos rompa y deshaga.
SÉPTIMO.- Iremos echando los callos con su caldo, si es el caso y lo llevaremos todo a ebullición suave. No olvides las dos manitas deshuesadas y troceadas.
OCTAVO.- Desde este momento, ya se puede tomar, pero los sabores aun no han sido absorbidos por los callos. Lo suyo es dejarlos cocer durante unos cuarenta minutos a fuego muy suave y removiendo a menudo. El espesor de la salsa es algo que va en gustos así que puedes reducirla a base de cocción lenta o utilizar algún espesante que no altere los sabores. Echa los taquitos de jamón serrano y apaga el fuego al cabo de dos minutos.
NOVENO.- Reposar durante, al menos quince minutos y servir acompañadas de un buen vino tinto. No obstante lo anterior, y a pesar de que he sugerido cocer las manitas la víspera, es muy recomendable tomarlo al día siguiente de haberlo cocinado para que los callos tomen todo el sabor del guiso. H1604